Rocío Angulo es psicóloga, magíster en Neurociencias y doctora en Psicología. Nació y vivió en el País Vasco hasta que se estableció en Chile hace más de una década. Aquí se dedica a estudiar el dimorfismo sexual en condicionamiento clásico, es decir, las diferencias entre hembras y machos en el aprendizaje y otros procesos psicológicos. Por su enfoque y alcances, el estudio genera debate –Es una investigación de frontera, de vanguardia, y que por tanto es conflictiva porque incomoda a ambos lados de la frontera que existe al hablar de género–.
En paralelo, Rocío trabaja como profesora asociada de la Universidad de O’Higgins. –¿La psicología es una ciencia? ¿Qué observa?– Enseña el curso de procesos psicológicos básicos en el primer año de la carrera de psicología y le gusta abrir el semestre con una pregunta que lleve a sus estudiantes a reflexionar críticamente sobre el objeto de estudio de su disciplina. Cuando las y los estudiantes se dan cuenta que el objeto es la psique, y por ende, inobservable, Rocío les señala que su atención debe ir a algo medible o cuantificable –Y eso es la conducta–.
Si bien, el estudio del condicionamiento clásico tiene más de 100 años y sabemos que la especie humana es sexualmente dimórfica, Rocío explica que “las diferencias morfológicas puedan ser evidentes, pero sabemos poco sobre estas diferencias sexuales en comportamiento”. El interés por estudiar dimorfismo sexual en el aprendizaje y en otras disciplinas que comparten estos paradigmas, como la neurociencia y la biomedicina, es reciente y aún escaso. Sin embargo, entender estas diferencias permite explicar por qué ciertos problemas de salud mental, como la ansiedad, presentan casi el doble de prevalencia en mujeres. El objetivo de Rocío es claro: formular las preguntas que faltan y responder con evidencia, en busca de construir una ciencia más rigurosa y una sociedad más justa.
Encuentra las diferencias
Rocío Angulo, vicepresidenta de la Sociedad de Psicología Científica de Chile y Coordinadora del Grupo de Trabajo de la Sociedad Interamericana de Psicología, se encuentra justo a la mitad de su proyecto FONDECYT. Además de su investigación, colabora en diferentes tareas de instituciones científicas en el país, como el Grupo de Psicología de FONDECYT, e imparte clases sobre procesos psicológicos básicos en la UOH –enfatizando la naturaleza científica de nuestra disciplina e intentando fomentar en el estudiantado una visión crítica y basada en evidencia–. Nos cuenta que, en el último tiempo, su interés se ha dirigido hacia la divulgación científica y la educación pro-ambiental.
Pero antes de seguir esos caminos, Rocío se prepara para enfrentar la importante y “ansiógena” tarea de dar a conocer los principales resultados de su FONDECYT “Diferencias sexuales en condicionamiento clásico: ¿diferencias en aprendizaje o en conducta?”. La investigación, que puede considerarse conflictiva, busca determinar si hembras y machos difieren en los mecanismos de condicionamiento clásico y, de ser así, distinguir si esas diferencias se originan en el proceso de aprendizaje o en la forma en que ese aprendizaje se expresa conductualmente.
Para comprender estos mecanismos es importante partir entendiendo el condicionamiento clásico —una forma de aprendizaje que permite a los organismos establecer relaciones entre eventos. En el caso de los humanos, se puede asimilar al aprendizaje predictivo: cuando ocurre A, entonces va a ocurrir B-– Esto permite a los organismos predecir la próxima ocurrencia de eventos relevantes para su supervivencia y así, poder prepararse y anticipar su respuesta.
El ejemplo más conocido es el de Pávlov: hacía sonar una campana cada vez que alimentaba a perros, y con el tiempo ellos empezaron a salivar solo al oír el sonido. Pero aunque este experimento es muy ilustrativo, no alcanza a mostrar toda la complejidad del condicionamiento clásico, ya que solo explica una asociación simple y muy controlada. En la vida real, los organismos aprenden en contextos mucho más variados, con múltiples estímulos y con experiencias acumuladas durante años.
Un ejemplo más cotidiano es la relación entre relámpago y trueno. Si una persona ha vivido muchas tormentas, aprende que cuando ve un relámpago (A), después escuchará un trueno (B). Con el tiempo anticipa el sonido fuerte y se prepara incluso antes de escucharlo. Ese tipo de aprendizaje básico es el que explica el condicionamiento clásico.
Estos mecanismos aparecen temprano en la evolución. Como señala Rocío –Entendemos que aparecen pronto en la evolución, entonces lo compartimos con otros animales–. Desde la psicología del aprendizaje, se asumió que estos mecanismos eran universales y funcionaban igual en todos los organismos, sin distinguir entre machos y hembras. Sin embargo, la evidencia dice lo contrario, aunque la dificultad ahora no es si existen diferencias, sino dónde residen.
Para explicarlo de manera simple, Rocío usa un ejemplo muy chileno: “Si tú llevas toda la vida, como chilena, comiendo sopaipillas y nunca te han sentado mal, es difícil que atribuyas algún malestar a la sopaipilla”. Sin embargo, para ella, como española con poca exposición a este alimento –es mucho más probable que le atribuya la causa de ese malestar–.
Este contraste ayuda a entender la inhibición latente, que es el retraso en el aprendizaje cuando ya tenemos mucha experiencia con un estímulo. Sus investigaciones muestran que este retraso suele ser mayor en machos que en hembras –Es decir, que si la hembra ha comido sopaipilla un millón de veces, pero le sienta mal un día, es más probable que halle en ella la causa del malestar antes que un macho y cambie su conducta antes, mientras el macho necesite más ensayos para que se produzca ese cambio–.
Otra diferencia que encontró ocurre en el proceso de extinción (de la conducta), cuando un estímulo deja de predecir bien otro–La extinción se ve enlentecida para los machos, es decir, cuando las hembras perciben que después de la sopaipilla ya no se sienten mal, se produce una extinción más rápida–, en pocas palabras, las hembras aprenden más rápido que ya no les produce el mismo efecto negativo que antes.
La investigadora reitera el gran desafío que conlleva estudiar estas distinciones. El aprendizaje o el miedo, son procesos inobservables, y si no se manifiestan en una conducta medible, no hay forma de saber si se produjo. Sin embargo, como detalla Rocío –la conducta no es el proceso. Si yo estoy cansada, me comporto distinto. Entonces hay fuentes de cambio que afectan a la conducta que son distintas de lo que es el aprendizaje–. Esta es la dificultad central al estudiar el dimorfismo: discernir si las diferencias observadas son un cambio en el mecanismo psicológico (el aprendizaje) o en su expresión conductual.
Pero los desafíos jamás han detenido a Rocío. Hoy, más que nunca, la investigación del dimorfismo sexual es crucial para nuestra sociedad, como por ejemplo, en temas de salud mental. –Entender si machos y hembras diferimos en procesos de aprendizaje, nos va a permitir entender mejor la etiología y desarrollo de algunos problemas de salud mental, así como su tratamiento, que desde algunas corrientes, como la terapia cognitiva-conductual, se basa precisamente en estos procesos de aprendizaje–.
Rocío señala que, por esto, su interés se ha expandido a las diferencias de sexo y género en el afrontamiento al estrés, pues –machos y hembras podrían diferir también en las formas en las que se enfrentan a los estímulos desagradables y estresantes–. En el caso humano, a los factores biológicos se suman los aprendizajes sociales y la cultura. Entender esta complejidad de factores es clave para entender y atender las necesidades específicas de las mujeres en salud mental, lo que a la vez, nos demuestra la clara necesidad de hacer ciencia con perspectiva de género.
La política de lo que preguntamos
Rocío Angulo se subió a un avión con destino a Santiago de Chile. Cuando se adentró en el país, como ella lo comenta, percibió que el machismo y clasismo dominan en los espacios públicos y privados. La psicóloga recuerda el caso de la “muñeca inflable de Asexma” –Lo tengo en la memoria porque fue impactante para mí. No podía dar crédito a lo que veía, pero también a la cobertura que le estaban dando. Me parecía inaudito. Desde ahí como que me puse unas gafas para empezar a prestar atención a todo esto– relata Rocío. Añade que, en su región, las mujeres llevan un rol fuerte en las familias y en la sociedad– Yo no había sentido discriminación así, al menos en los espacios públicos–. El drástico cambio que encontró al llegar a Chile, la hizo más consciente de las discriminaciones y la convenció aún más de hacer investigación con enfoque de género.
En la actualidad, el estudio del dimorfismo sexual en el aprendizaje sigue poco desarrollado por razones científicas, económicas y también políticas. Rocío asegura que, para avanzar, la clave ha sido la porfía –Podría escribir un artículo solo centrado en los sesgos y prejuicios que he sufrido en la revisión de proyectos o papers–. y es cierto que se ha enfrentado a múltiples obstáculos para sacar adelante la investigación.
Una de las barreras viene del propio campo. En condicionamiento clásico existe un cuerpo teórico robusto, sin embargo, la mayor parte de la investigación se ha hecho con modelos animales macho, principalmente roedores. Por ende, cuando Rocío realiza experimentos con machos y hembras, en este tipo de aprendizaje, y halla esas diferencias, pone en cuestión fenómenos que se creían universales. –Cuando ya has establecido algo, no te gusta que lo vengan a cuestionar. Y si encontramos diferencias entre machos y hembras en estos efectos, eso cuestiona algunos de los teóricos. Eso es una dificultad cuando tratas de conseguirte financiamiento, que se pongan las ideas prejuiciosas por delante de la evidencia científica–.
Por otro lado, al contrario de lo que se cree, meter más variables no hace los experimentos más difíciles. La evidencia empírica nos dice que incluir hembras no vuelve los experimentos inviables, pero sí exige muestras mayores – Igual hay un tema económico, porque si metes más sujetos, también son más recursos implicados. Tienes que aumentar la muestra para llegar a los mismos resultados, al menos doblar su tamaño y eso también significa más dinero. Además hay gente que cree que simplemente no hay diferencias– explica.
Otro de los sesgos a los que se ha enfrentado, tiene que ver con la experimentación que realiza Rocío en modelos humanos, como en modelos animales – Aún hoy hay quien no está cómodo entendiendo que somos una especie animal y que es posible estudiar mecanismos humanos en otras especies, piensan que trabajar con animales no es psicología. Te expones a una crítica que va mucho más allá de lo constructivo–.
Para Rocío, estas barreras se conectan con un problema más amplio: las preguntas de investigación dependen del modelo económico en el que se generan. –La idea de desarrollo económico que tenemos, donde todo tiene que ser crecimiento, es absolutamente irracional, porque vivimos en un planeta donde los recursos son limitados. No puede haber un crecimiento exponencial si los recursos son limitados. Si fueran otras variables las que nos importaran, basadas en lo humano y en la vida, invertiríamos recursos en otros problemas y en otras preguntas– afirma Rocío.
En ese sentido, Rocío reconoce que además del machismo, en la academia chilena se observan fuertes barreras socioeconómicas. En España accedió a una educación pública gratuita y de calidad, lo que le permitió llegar a la universidad como la primera de su familia y, finalmente, hacer un doctorado. “Ahí es donde me doy cuenta muy fuertemente en Chile, que claro, la academia no está mayoritariamente compuesta por gente como una”, comenta, pues si bien en Chile hay educación gratuita, el problema surge más adelante cuando se intenta entrar en la carrera académica o avanzar en cargos directivos.
Esa intersección entre clase social y vida académica también se refleja –según cuenta Rocío– en los rituales de presentación –El ego es un motor super importante en la academia. La gente permanece aquí más por ego que por dinero. Tiene que ver con ser el más listo o con que reconozcan tus publicaciones. Eso es un problema porque no permite la discusión tolerante de ideas. Eso también creo que es una cosa muy propia del patriarcado, que es masculino y tiene que ver con esa parte social, al final siempre tienes la perspectiva de un sector particular de la población.
La solución que propone es diversificar quienes deciden esta perspectiva –Creo que la academia solo va a avanzar de una forma positiva cuando otras miradas diversas entren,–continúa la profesora– y no como gente de segunda, sino que empiecen a tomar cargos de autoridad que permitan tomar decisiones distintas–.
El género sí importa
–¿Cómo sostener una carrera en ciencia siendo mujer? –Rocío responde con franqueza: Con harta porfía la verdad –. Cada vez que tiene voz, en congresos, clases o reuniones, abre espacio para hablar de estos sesgos. Aun así, sus ideas no siempre son bien recibidas.
Los sesgos en ciencia que han dificultado el desarrollo de las líneas de investigación sobre el dimorfismo sexual, son los mismos que enfrenta Rocío en el día a día. –En discusiones científicas siempre a una le cuesta mucho más ser escuchada. Hay efectos psicológicos importantes, a veces llevo media hora intentando que me escuchen en la conversación y alguien me sigue parafraseando, el típico mansplaining–. Pero la vara es distinta para medir hombres que mujeres – Si yo lo digo, pues soy la conflictiva. Una mujer nunca es asertiva, es agresiva, incluso cuando me pongo al mismo nivel de asertividad de los hombres– señala la investigadora.
Una de las causas de este problema es la poca representación femenina que se da en este tipo de espacios. Esto ocurre porque la exposición pública agrega otra capa de dificultad para las científicas. La crítica suele ser más dura con mujeres en roles visibles y se fiscaliza su vida privada con un estándar que no se aplica a los hombres. ¿El costo para la ciencia? Temas que no se investigan, como el dimorfismo sexual en el aprendizaje, y trabajos de científicas que quedan invisibilizados.
–Yo no me siento líder ni pionera, aunque objetivamente lo soy en ese sentido, porque si uno mira los proyectos que hay sobre el dimorfismo sexual propiamente tal en aprendizaje asociativo, obviamente estoy yo– declara Rocío–, no me siento ni líder ni pionera, porque no creo que este trabajo haya sido reconocido todavía, y no sé si lo van a hacer.
Rocío comprende que el riesgo de trabajar en representación de las diferencias sexuales siendo mujer es mayor, en términos de las críticas y del posible éxito del proyecto, pero alguien debe encargarse de esto y es ella quien está dispuesta a dar la cara por su disciplina y también por su género. –Al final esto lleva a que las mujeres, en general, tratemos de escondernos, lo que genera un problema más grande porque eso significa que otras no podrán tener referencias– finaliza la científica.
Pese a las resistencias, los hallazgos del proyecto empiezan a perfilar ciertos patrones: en el primer aprendizaje, los machos tienden a ser más perseverantes. En cambios de contingencias, las hembras muestran mayor flexibilidad al ajustar su conducta. Falta responder si esto depende del tipo de estímulo. De aquí sigue creciendo el interés de Rocío por investigar, esta vez, las estrategias de afrontamiento del estrés (coping) y su vínculo con el aprendizaje –Me gustaría impulsar un proyecto sobre cómo el género incide en las estrategias de afrontamiento y cómo eso dialoga con los mecanismos de aprendizaje– adelanta.
En el futuro a corto plazo, Rocío planea cerrar bien su FONDECYT. Solo le queda año y medio para ordenar sus hallazgos, escribir papers, y sobre todo, comunicar con responsabilidad su investigación. –Me gustaría tomarme un tiempo para pensar en cómo articular todos estos resultados, y llegar a una buena descripción, con mucha difusión y divulgación–. Su camino sigue: formular las preguntas que faltan, responderlas con evidencia, traducirlas al público. Ciencia con rigor, con enfoque de género, con justicia.
Este reportaje forma parte de la serie Mujeres Líderes en Ciencias, Región de O’Higgins. Un proyecto de CDivulga financiado por el Fondo de Medios de Comunicación Social (FFMM) 2025.
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