Ana María Rojas Didier es jefa de la carrera de Pedagogía en Ciencias Naturales de la Universidad de O’Higgins, docente adjunta de la Escuela de Educación y magíster en Didáctica de las Ciencias Experimentales. Reconoce y agradece el privilegio de haber accedido a educación científica gracias a su madre, y hoy busca abrir esa oportunidad a otras personas. Desde su rol, sabe que puede generar un cambio en el ecosistema científico de O’Higgins–Hay que apoyar la educación científica desde la universidad, por aquellos estudiantes de la región que se interesan en ciencias, en salud e incluso agronomía. Quizás no se vea rápido el impacto, pero finalmente es una inversión en el territorio–.
Ana María sabe que ser docente, así como lo que ocurre en la sala de clases, marca vidas. Recuerda que en su formación escolar contó con referentes que la orientaron y le abrieron puertas. –Creo que tuve estímulos positivos cuando era estudiante. Hay referencias que te dejan marcada, buenas o malas, y hay quien dice ‘quiero ser profe para cambiar esto, para que nadie más viva lo que yo viví’–, agrega. Esa experiencia la convence de que las y los profesores tienen un impacto decisivo en los estudiantes.
Tras casi once años en Santiago, Ana María volvió a Rancagua con la convicción sencilla y poderosa de que el territorio importa. En la capital estudió, trabajó y se involucró en proyectos de educación popular, como la Escuela Pública Comunitaria del Barrio Franklin, donde levantaron una huerta y volvió a “meter las manos en la tierra”, pero había una pregunta que no salía de su mente: –¿qué estoy haciendo aquí ahora? Me encantaba, pero algo faltaba. Me sentía como una invitada, nadie me lo decía, era algo mío. Dentro de mí quizás siempre estuvieron las ganas de volver– admite. De regreso en la ciudad que la vio crecer, decidió poner esa experiencia al servicio de su propia comunidad.
Hoy, Ana María nos cuenta sobre la gran responsabilidad de ser docente de futuros docentes. Sabe que su trabajo no termina en el aula, se proyecta a lo largo del tiempo y del territorio, en las comunidades donde sus estudiantes ejercerán.
A lo largo del tiempo
Llegó a la Universidad de O’Higgins como profesora de Pedagogía en Ciencias y, con el tiempo, asumió la jefatura de la carrera. Este cambio significó para ella asumir una nueva misión: contribuir al desarrollo regional desde proyectos con continuidad y mirada a mediano y largo plazo. –Estoy dimensionando aún lo que significa la educación superior, porque es sacar profesionales al mundo, es gente que va a ejercer una profesión en la región. Me hace mucho sentido porque es la región en la que yo crecí y nunca pensé que estaría de vuelta –.
Comenzó esta misión en pleno 2020, entre pantallas negras y clases remotas. Ese contexto reforzó su convicción de que formar, también es leer las realidades diversas donde se enseña y trabajar en base a eso –No podemos dejar de mirar los contextos. Esa diversidad enriquece la educación científica– afirma. Para ella, la educación en ciencias debe partir temprano e, idealmente, expandirse cuando quienes enseñan conectan los contenidos con la comunidad. Así, la curiosidad de las niñas y niños puede fomentarse y nutrirse. Se multiplica en generaciones que luego enseñan, investigan y abren preguntas nuevas en sus comunas.
Por esto, los referentes importan. La persona frente al curso puede ser el puente con el conocimiento o quien corte las alas de una futura científica. –Quien está al frente tuyo, haciendo la clase, esa persona es la conexión con el saber y se vuelve importante en la vida de alguien. Muchas veces la gente decide volverse profe por experiencias que tuvieron en el colegio, de referencias muy buenas y de referencias muy negativas – agrega.
Además, recalca la importancia de un dominio sólido de contenidos para atreverse a métodos menos tradicionales. –Cuando no te sientes segura en la sala, es más difícil salir del modelo clásico. Fortalecer el conocimiento permite innovar y acompañar mejor y más lejos a las y los estudiantes–.
El año pasado se tituló la primera generación de estudiantes que Ana María vio entrar en su primer año como jefa de carrera. Fue un cierre emocionante y, a la vez, el inicio de otra etapa, ya que, como explica Ana María, aquellos estudiantes pasan a formar parte de la comunidad educativa de la cual provienen. –Muchos son de Rancagua en esta primera generación, y ya me los he topado en actividades educativas, ya que algunos dirigen talleres de ciencia, por ejemplo. También pasó un día que por el Festival de las Ciencias, andaba una exalumna con sus propios estudiantes.– cuenta con ilusión.
Ana María también cuenta que la carrera ofrece a sus egresados la posibilidad de realizar actividades prácticas con sus estudiantes en los laboratorios universitarios a quienes no tienen equipamiento en sus escuelas y promueve prácticas en la comuna de origen de los estudiantes. Esa circulación de saberes y personas fortalece redes locales educativas. –Tenemos un programa de prácticas profesionales donde los alumnos trabajan en sus comunas de origen. Si usted es de Tilcoco, va a hacer su práctica en Tilcoco. No sabemos qué tan viable va a ser en el tiempo, pero lo haremos todo lo que podamos– relata Ana María. También agrega algo no menor, y es que usualmente, los alumnos desean ‘devolver la mano a sus comunas de origen’ y que muchos también deciden quedarse trabajando por el sector.
Así se teje un ecosistema: profesoras y profesores bien formados que inspiran a su alumnado, egresados que vuelven como mentores y comunidades que ven crecer su educación científica. El resultado no es inmediato, pero deja huella. Cada generación empuja a la siguiente.
A lo largo del territorio
La Universidad de O’Higgins, donde Ana María trabaja, se ha posicionado desde su creación 10 años atrás, como un punto central de difusión de trabajo colaborativo y territorial, poniendo siempre al conocimiento regional en el centro. Al respecto, la docente recuerda un lema que representa bien la intención de la casa de estudios. –Piensa global, y actúa local, que es como una idea que viene desde la educación científica. No tenemos que dejar de pensar en lo que está ocurriendo en el mundo, pero nuestra capacidad de acción como humanos, tiene que ver con actuar en el mundo local– explica.
–Para mi es imprescindible pensar en la educación científica sin considerar también la justicia social– continúa la docente– conocer es poder pero también actuar con conocimiento abre múltiples puertas, posibilidades de democracia, y también es una forma de ejercer el poder ciudadano, o desde los mismos campos de saberes populares– relata. Un sello de su trabajo es la conexión que alienta a sus estudiantes a formar con su lugar de origen.
Si bien, la mayoría del alumnado pertenece a la región, en los últimos años han llegado santiaguinos a estudiar a la UOH, pero también un gran porcentaje de alumnos del sur, que ven en Rancagua una posibilidad más viable que Santiago. –Intentamos que los estudiantes no olviden que todo está pasando en un contexto territorial. Sin una educación científica que se fortalezca, es muy difícil pensar que el conocimiento disciplinar científico se va a fortalecer en el territorio, por eso es que nuestras metas son a largo plazo, el retorno no es tan rápido pero sin duda es dentro del mismo circuito territorial– agrega.
Además, la jefa de carrera ha propiciado espacios para que entidades académicas tengan contacto con estudiantes universitarios pero también escolares, para motivar y alimentar su curiosidad. –Hacemos un concurso llamado “Cristal Escolar” que es un concurso de crecimientos cristalinos sobre el área de la química que hace cristalografía. Enciende pasiones – explica entre risas – porque les pasamos el kit básico y ‘nos vemos en un par de meses’, no les decimos cómo hacerlo. Terminan aprendiendo porque todo es ensayo y error–. Por medio de iniciativas como ésta, estudiantes de todos los sectores pueden acercarse a la ciencia y convertirse en una pequeña pieza de este gran engranaje que es el ecosistema científico y educativo de O’Higgins.
–Quiero cuidar el territorio, –dice Ana María– pero no es solo un decir, para que un territorio crezca es necesario aportar desde todos los conocimientos para que sea lo más llevadera posible esa idea–, explica.
Ana María cuenta que el estado de contaminación de ciertos sectores y la sequía de otras zonas, debe ser un foco de preocupación y acción. –Siento que la región no ha sido nunca tratada como zona de sacrificio. Pero aquí tenemos mucha producción agrícola, mineras, instalaciones industriales, que generan malos olores y falta de agua. No decimos nada, no sé si por resiliencia o obediencia–, comenta un poco afligida pero a la vez decepcionada. La protección del medio ambiente es una tarea urgente y seria, que sin embargo no es tomada muy en serio en favor del desarrollo económico de otras áreas.
Incluso, la jefa de carrera menciona otra posibilidad ante la cual se necesita acción: la migración climática. –La migración climática es algo que se espera, ya está ocurriendo y se pueden hacer cosas al respecto. Para algunos de nuestros alumnos, la ciudad más grande es Rancagua, entonces habitan estos pueblos de la región y forman un gran sentido de pertenencia. Les importa lo que pasa con sus territorios. La gracia es que duren, hay que cuidarlos para poder seguir viviendo aquí y que no nos tengamos que mover porque no hay agua–. Según el sondeo “Juventudes y Crisis Climática” que realizó el Instituto Nacional de la Juventud en 2024, un 88% de las personas de entre 15 a 29 años se declaran interesados en el cambio climático. Este porcentaje se ve representado en los estudiantes de la región que se preocupan por su territorio y por mitigar las amenazas ambientales que existen.
No se puede generar cambio si se desconoce el problema, y es por eso que uno de los ejes de acción más importantes para Ana María, es justamente la necesidad de seguir encontrándonos para conversar, informarnos y resolver estas problemáticas. –no puede ser que para el día de la ciencia se haga una feria que esté casi vacía. Eso quiere decir que estamos fallando en la comunicación, y que necesitamos difundir mejor. de nada sirve que vengan las mismas 10 personas que estamos interesadas en el tema, tenemos que apuntar a los que aún no saben, para que puedan conocer la situación– finaliza.
El espacio para crecer
¿Cómo nacen los profesores? ¿Se hace o se nace? En el caso de Ana María, hay un gran factor positivo que la acercó al mundo de las ciencias: sus referentes. Siendo su madre laboratorista química, nos relata el privilegio que fue crecer aprendiendo ciencia, rodeada de libros, que atesora hasta hoy, y con mucho conocimiento disponible para asimilar. De la misma forma, destaca a sus profesoras, que vieron su ganas de aprender y la instaron a buscar más, a seguir preguntando y a continuar por el camino de las ciencias.
–En la básica tuve una profesora, la profe Lorena, que era muy jóven y justo me hizo clases cuando tenía cómo 11 o 12 años, cuando una está entrando a la adolescencia. Entonces tenerla de profesora fue muy positivo en esa etapa porque se transformó en una referente. Agradezco que tuve profesoras que lograron entender mi curiosidad –.
Al igual que ella vio en sus profesoras una figura que la inspiró a aprender más ciencias, hace un tiempo tuvo una experiencia que la hizo reflexionar sobre cómo la perciben sus alumnos de la Universidad. Ana María participa en un taller organizado por sus estudiantes, llamado Ecoescuela, que tiene el fin de levantar educación ambiental en la universidad.
–Ha sido bonito, y no es una convocatoria tan grande aún, pero a mi me enorgullece mucho ver cómo estos chiquillos se organizan. En una actividad hablábamos sobre liderazgo, y yo digo ‘una de mis referentes de liderazgo es mi mamá, porque siempre estuvo ligada a organizaciones por pequeñas que fueran’. Mi mamá es de esa gente que no le da miedo proyectar, ella hace las cosas igual –.
–Una de nuestras referentes de liderazgo es usted, profe. –Dijo uno de sus alumnos –Como que da el espacio para que uno haga las cosas que quiere, para que ocurran cosas–. Ana María comenta que para ella, este pequeño comentario además de conmoverla, la llena de motivación y energía para seguir adelante con todo el trabajo.
–Tenemos que trabajar sin temor a proyectar. Quizás yo pensaba que los chiquillos no consideraban mucho la jefatura de la carrera, sino más bien si funciona bien o no, pero en realidad tenemos una relación de mucha confianza, los cuidamos mucho, y ayuda a esta cercanía que somos un equipo joven– explica sonriente la profesora.
Ana María nos ofrece otra reflexión en torno al liderazgo. –Para mi era importante no ser como las personas que a mí no me gustó cómo me trataron en la universidad, entonces generar este diálogo, recibir este comentario, fue súper gratificante–. Esto quiere decir que están pasando cosas. La universidad como plataforma está conectando a la comunidad, a la vez que los estudiantes están logrando hacer redes y construir desde su vereda, una educación ambiental y científica.
Además de su trabajo en la UOH, Ana María lleva un proyecto personal en paralelo, el cuál aún no cuenta con apoyo económico, pero que le permite investigar un tema que le apasiona. –Tengo una investigación sobre cómo las culturas humanas se han ido relacionando con grupos animales. Esto se llama etnozoología, porque permite estudiar a los animales pero en relación a una cultura– explica.
Es muy habitual encontrar figuras totémicas o jarros zoomorfos en los museos, y para ella, es de gran interés el hecho de que los humanos siempre han representado a los animales desde distintas disciplinas. –Yo creo que algo va a salir respecto a esto, además en Chile tenemos harto material. En el norte está toda la cosmovisión andina, y acá en el centro tenemos todo lo que ocurre con la cordillera de los andes, que es bastante mágico, hay muchos mitos y leyendas. Lo bueno de la etnozoología es que te permite rescatar saberes populares–.
–Para mí igual todos los seres son valiosos –agrega– y creo que eso es algo que también me pasa en el trabajo, que todos estamos aquí por algo. El equipo de la escuela es muy importante para mí, son valiosos todos– concluye la profesora. A lo largo de su carrera como docente, Ana María ha encontrado algunas cosas que la apasionan más allá de lo profesional. Por una parte, la etnozoología, pero también la priorización del territorio y sus comunidades en el desarrollo de una educación científica. La ciencia no puede fortalecerse si antes no tenemos antes una educación científica con propósito, y para toda la población. Ana María continúa con este desafío: trabajar para y por el territorio en que habita, y que este trabajo, se mantenga en el tiempo.
Este reportaje forma parte de la serie Mujeres Líderes en Ciencias, Región de O’Higgins. Un proyecto de CDivulga financiado por el Fondo de Medios de Comunicación Social (FFMM) 2025.
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